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Foto del escritorMaren Kids

Niños que muerden, ¿es normal?

Los niños que muerden son una de las principales preocupaciones de los padres y madres con hijos de corta edad. Tanto si tu hijo es el mordedor o el mordido, en este post encontrarás los motivos de su conducta y las bases para resolver el conflicto de manera respetuosa y eficaz.

Un día cualquiera vas a recoger a tu hijo a la escuela infantil y al llegar notas algo raro en la cara de la cuidadora. Miras a tu hijo y también percibes algo extraño. A ver qué ha pasado, te dices a ti misma.

Con voz muy solemne, la cuidadora lanza su sentencia : «Mamá, el peque hoy…ha mordido» Y se desencadena la tragedia. Primero hay una fase de negación («es imposible, nunca lo ha hecho») porque no concibes que tu tierno bebé, la dulzura de tu vida, tu querubín angelical, haya cometido tamaña atrocidad.

Después, una vez que corre la noticia por el grupo de mensajería familiar, comienzan las teorías: « si es que le consentís demasiado», » la culpa es de la profesora, que no sabe manejarlos», » seguro que ha sido el otro niño que le ha hecho algo primero»… Y así se van sumando una tras otra al sentimiento de culpa, la vergüenza , el malestar por la victima del mordisco y la inquietud de no saber si tu precioso bebé ha iniciado un camino sin retorno hacia la delincuencia juvenil.

Esta situación pasa día si, día también, en jardines de infancia, parques , escuelas infantiles y aquel lugar donde haya , al menos, dos niños de entre un año y medio y cuatro de edad dispuestos a entrar en combate. ¿Quieres saber si es una conducta normal? ¿Te interesa conocer cómo actuar en esos casos? ¡Sigue leyendo!


¿Es normal que los niños muerdan?

Si, es normal. Y aquí podría dar por terminado este post. Porque no hay excepciones. Es una fase más en su desarrollo, que suele comenzar alrededor de los 18 meses y puede durar hasta los 3 o 4 años, en función de cada criatura.

No se trata de que ciertos niños muerdan (o peguen) y otros no lo hagan. Es que se trata de una regla universal. Y el que aun no lo haya hecho, lo hará, es cuestión de tiempo.

El verdadero problema lo tenemos los adultos, que extrapolamos esta conducta a nuestra realidad y la vemos como una agresión malintencionada o violenta, cuando no lo es. En la inmensidad de los casos, los niños que muerden o pegan no lo hacen con la intención de causar un daño, sino que es una vía de expresión de una emoción o sentimiento cuando su lenguaje aun no está desarrollado.

Es totalmente lógico que nos sintamos mal tanto si nuestro hijo es el que muerde como si es el que recibe el mordisco. No queremos que nuestros hijos se peleen con otros ni que se hagan daño. Pero podemos abordarlo entendiendo que es una parte más de su infancia y gestionarlo de manera que no se convierta en un hábito de conducta.

Así que lo primero que debemos conocer son los motivos por los que un niño muerde o pega a otros, para así poder encontrar la solución y que nos genere menos angustia.


¿Por qué lo hacen?

Vamos a ver los principales motivos por los que los niños pequeños muerden o golpean. Si comprendemos su conducta y nos damos cuenta de que en la mayoría de las ocasiones es una petición de ayuda, podremos afrontar estas situaciones desde la calma y con serenidad.


La erupción de los dientes

Parece muy obvio, pero muchas veces es en lo que menos pensamos. Cuando un niño muerde, sobre todo cuando es menor de 2 años, puede deberse a que le duelen las encías o que algún diente le está molestando.

Morder les alivia y les calma, y no tiene nada que ver con una conducta agresiva. Así que una buena estrategia si nos encontramos con un niño que muerde es revisar su dentición y ofrecerle mordedores u otros objeto para ver si con ellos consigue calmarse.


Falta de autocontrol

No debemos olvidar que los niños no son adultos en miniatura. Su desarrollo emocional y cognitivo aun está muy poco avanzado y les faltan multitud de recursos y herramientas para gestionar sus emociones.

Seguro que en alguna ocasión has tenido una discusión de tráfico en la que hayas sentido ganas de gritar o pegar a ese conductor que se ha saltado un semáforo y con el que casi tienes un accidente. O quizá en alguna reunión con tu jefe te haya entrado la tentación de tirarle el objeto más cercano a la cabeza.

Afortunadamente, tu cerebro tiene herramientas suficientes para gestionar ese enfado, calmarte, respirar profundo y expresar tu molestia de una manera más o menos contenida. Sin embargo, los niños pequeños no disponen de esos recursos, viven en un mundo totalmente emocional y no pueden aplicarse esos filtros de conducta.

Nosotros, como adultos, podemos comprender esa falta de autocontrol, empatizar con ellos y enseñarles esas herramientas para que poco a poco las vayan aprendiendo e incorporando a su vida


Desarrollo del lenguaje

Aunque cada niño lleva un ritmo de desarrollo distinto, se establece que alrededor de los 30 meses de edad el lenguaje está prácticamente controlado.

Hasta entonces, los niños se encuentran con situaciones en las que sienten una emoción muy fuerte y no pueden expresarla, bien porque aun no pueden articular palabras o bien porque desconocen cómo se llama lo que están sintiendo. Esto les genera una enorme frustración, ya que no son capaces de comunicarse con nosotros. Y es ahí cuando se expresan de la manera más primitiva y rudimentaria que conocen: pegando o mordiendo.

Para ayudarles en esos momentos, es muy importante que validemos lo que sienten y les ayudemos a ponerle nombre, como veremos más adelante.


Sueño, alegría, enfado

En la inmensa mayoría de las ocasiones los niños pequeños van a pegar o morder en alguna de estas 3 situaciones: cansancio, alegría o enfado. Y te pongo 3 ejemplos muy frecuentes, que yo misma he experimentado con mi hijo, de situaciones en las que es más probable que un niño muerda o golpee:

  • Justo antes de dormir , cuando más cansados están, o después de una sesión de juegos intensa

  • Cuando están muy excitados jugando, en una fiesta en la que hay muchos niños, o cuando llegamos a casa y vienen corriendo a recibirnos

  • Cuando les decimos que «no» a algo, en una disputa por algún juguete, cuando intentamos que hagan algo que no quieren hacer

La próxima vez que tu hijo/a muerda o pegue, antes de actuar piensa : ¿está cansado? ¿está super excitado o contento? ¿está enfadado o siente frustración?. Vas a ver como , casi seguro, respondes con un «si» a alguna de estas preguntas.

Lo cual nos lleva a la siguiente conclusión: tu hijo/a no pega o muerde porque sea malo/a ni porque quiera hacer daño. Lo hace por un motivo que nada tienen que ver con la agresividad. Y este cambio de mirada va a ser lo que nos guíe en nuestra actuación al respecto.


¿Como actuar?

El hecho de que comprendamos los motivos de la conducta de nuestros hijos no significa que no tengamos que hacer nada. Se trata de un comportamiento que no es correcto y debemos enseñar al niño a gestionar sus emociones. Así que a continuación vamos a ver lo que NO debemos hacer ante estas situaciones y algunas ideas sobre cómo actuar.

Lo que NO hacer

Nuestra misión es hacerle ver que su conducta no se puede tolerar y que no puede morder o golpear. Pero podemos hacerlo de manera respetuosa.

Así que cuando nuestro hijo/a muerda o golpee a alguien, o incluso a nosotros mismos, estas son las cosas que no debemos hacer:

  • Gritar

  • Insultar

  • Hacer burla

  • Moverle bruscamente

  • Humillar

  • Golpear o morder al niño

  • Castigar

  • Menospreciar

Con cualquiera de estas acciones lo único que conseguiremos es hacer que se sientan mal, minar su autoestima y boicotearnos a nosotros mismos. Porque no podemos pedir a un niño que aprenda a comportarse de manera no violenta utilizando para ello la violencia física o verbal. Los niños aprenden con nuestro ejemplo. Si quieres que se calme, primero has de calmarte tu.

Otra acción que debemos evitar es etiquetar a los niños que muerden o golpean. Colgar el sambenito a un niño y llamarle «malo», «mordedor» o «descontrolado» no ayuda a solucionar el problema, si no que lo empeora. Recuerda que no es lo mismo ser malo que portarse mal. Y los niños perciben muy bien esa diferencia.

Tampoco es buena idea hacerle sentir culpable exagerando su acción, fingiendo que lloramos o negándonos a hablar con ellos como signo de rechazo.

Lo que SI hacer

Veamos ahora las estrategias que nos pueden ayudar a corregir la conducta de los niños que muerden de una manera respetuosa:


  1. Ante todo, mucha calma Debemos transmitirles seguridad. Así que respira profundo,ponte a su altura y háblale con voz firme pero tranquila, sin gritos ni nerviosismo. Mirar a los ojos es la mejor manera de conectar con el niño y captar su atención.

  2. Cuanto más me grites, más bajito te hablaré Si el niño está muy alterado o empieza un berrinche, debemos evitar entrar en la espiral de a ver quién grita más. Así que bajar nuestro volumen de voz hará que su tono vaya descendiendo hasta igualarse con el nuestro. Este fenómeno se debe a las neuronas espejo y es muy interesante.

  3. Anticípate Nadie conoce mejor a tu hijo que tu. Con el paso de los meses ya podrás «verle venir» , así que en cuanto notes señales de que va a morder o golpear de un momento a otro…no dejes que suceda. Distraerlo con otra actividad, separarlo de la situación potencialmente conflictiva o intentar calmarle antes de que sea tarde es la mejor herramienta de la que dispones.

  4. Sácale del lugar del conflicto Si tu hijo/ a ha agredido a otro niño lo mejor es que le cojas (sin violencia, sin zarandeos, sin empujones) y le saques de esa situación llevándolo a otro lugar. Un cambio de escenario va hacer que su nivel de excitación baje y pueda calmarse con más facilidad

  5. Ponle nombre a lo que siente Como hemos visto anteriormente, en muchas ocasiones lo que les pasa es que no entienden o no saben expresar lo que sienten. Validar sus emociones con un simple «se que estás muy cansado», «entiendo que te has enfadado» o «creo que estás demasiado excitado» va a servir tanto para que aprendan a identificar lo que les pasa como a que se sientan comprendidos por nosotros.

  6. Explicarle que no debe comportarse así Y cuanto más pequeño sea el niño, con menos palabras. Un escueto «no me gusta que muerdas/golpees»o «no voy a dejar que hagas eso» es más que suficiente para que lo entiendan. Según vayan creciendo, podemos ir incorporando razonamientos tales como que no se debe morder, que hacen daño o que si golpean a otros niños no van a querer jugar con el/ella.

  7. Dejarle experimentar las consecuencias naturales Cada actuación tiene una consecuencia. No se trata de un castigo, si no de mostrarle lo que sucede cuando muerde o golpea. Si muerde a otro niño en el parque, nos vamos a casa. Si me golpea mientras estamos jugando, dejamos de jugar. Sin castigar ni gritar, simplemente mostramos lo que pasa cuando actúa de una manera que no es correcta.

  8. Ofrece alternativas Si tu hijo se encuentra en una situación de enfado o angustia puedes darle herramientas que le ayuden a calmarse en lugar de agredir a otros. Golpear un cojín para liberar la tensión, tumbarse y respirar controlando los movimientos para poder relajarse o soplar muy fuerte hasta que su nivel de ansiedad baje pueden ser estrategias útiles.

  9. Repetir, repetir y repetir La maternidad es una carrera de fondo. Y te verás repitiendo lo mismo una y otra vez como si estuvieras encerrada en aquella película del día de la marmota. Así que paciencia y perseverancia porque tendrás que reincidir una y otra vez hasta que lo asimile y aprenda a controlarse. Mucha empatía y mucho cariño harán que la tarea te resulte más sencilla. Los niños que muerden o golpean suponen un desafío para muchos padres, madres y educadores. Entender que son pequeños y empatizar con lo que sienten nos van a ayudar a poner remedio a tan desagradable situación. No debemos olvidar que en ese momento ellos también lo están pasando mal, es un momento desagradable que no saben controlar y nos piden nuestra ayuda para que les guiemos y les demos las herramientas que les faltan. Que sepamos abordar estas situaciones de manera respetuosa y con cariño servirá para que no se conviertan en un hábito de conducta para el resto de su infancia. Así que la próxima vez que te veas en tan embarazosa circunstancia, respira, conecta con tu hijo/a y piensa que tan solo es una etapa que debéis transitar juntos y que con tu ayuda y tu cariño conseguirá superar.

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